Un Dacia es barato. Con este axioma asociado a sus modelos, la marca ha conseguido que el Duster sea uno de los SUV más vendidos en nuestro país (algo reseñable, habida cuenta de la nutrida competencia que existe en el segmento). Ahora bien, cuenta con muchas otras virtudes, especialmente tras la llegada de la nueva generación, que mejora las características de su predecesora con una intención muy clara: seguir triunfando. Así nos enfrentamos a esta prueba del Dacia Duster Prestige dCi 109 CV 4×2 EDC, sabiendo que nace para ser un “best-seller”.
Vamos con lo que cuesta la versión probada: 18.800 €. ¿Se trata de un precio de derribo, como se supone en la firma rumana? Pues no exactamente, pero para un vehículo de sus características no está nada mal: te llevas un SUV de tamaño medio con suficiente amplitud para los ocupantes (ahora volveremos sobre ello), mejor rematado que en su generación anterior y bien equipado. Cuenta hasta con cambio automático.
El último elemento puede ser prescindible en la ecuación. Se trata de un cambio suave, que gestiona la transición entre las marchas con delicadeza… pero plantéate si lo necesitas en un crossover como este. Aporta comodidad, qué duda cabe, pero hablamos de un SUV que juega con la ventaja de su importe frente a sus competidores. Es evidente que cuanto más asequible sea, más cerca se situará de lo que busca su comprador.
Aun así, debes saber que la transmisión automática es el complemento perfecto para el motor analizado. La gama no ha cambiado y en este caso estamos ante el propulsor turbodiésel de 109 CV. Es algo ruidoso, cierto, y su sonido se cuela en el habitáculo de forma evidente, a pesar del trabajo de insonorización en la nueva entrega (hay un 50% más de material aislante). Pero la mecánica se muestra solvente y capaz en cualquier situación.
En contrapartida, su gasto no es tan ventajoso como anuncia. Las versiones Duster 4×2, como la que nos ocupa, rondan los 1.400 kg, tara considerable. De ahí que de un registro oficial de 4,5 l/100 km salte, en la práctica, a 6 l/100 km… y hasta más. Con todo, es aceptable.
Seguro que estás harto de leer que los Dacia son coches honestos, que ofrecen lo que se espera por su importe y que, sin destacar en nada especial, van bien en todo. Es cierto, y el nuevo Duster no es una excepción.
La dirección es suave, pero no a costa de mermar información. Prima la comodidad de las suspensiones, bien afinadas para mimar a los ocupantes por encima de la firmeza. Eso tiene sus ventajas si te aventuras por pistas, pues los baches y rebotes llegan amortiguados.
Hablando de salir del asfalto: sí, esta versión es de tracción delantera, pero una altura al suelo de 21 cm y unos ángulos de ataque y salida dignos permiten ir más allá de lo que piensas. En esta prueba del Dacia Duster nos hemos atrevido con algún camino que no estaba embarrado y hemos disfrutado de la consistencia y fiabilidad que ha transmitido.
Su buen hacer no acompaña cuando cierras las puertas y suenan a chapa, pero el Duster está bien construido y es sólido.
Su misión no es emocionarte, sino llevarte del punto A al B de forma sencilla. Eso no significa que renuncie a un rodar aplomado o a un propulsor lineal, con fuerza en carretera. Es correcto, sin más.
Lo mismo ocurre en el habitáculo. Te reciben unos asientos nuevos, con mullido más denso y mayor sujeción lateral que los anteriores. Son confortables y amplios, como las plazas traseras, con anchura para tres.
En general, la calidad se optimiza. Estrena salpicadero con líneas más modernas y mejores ajustes; la impresión visual es buena. Como nota discordante, la pantalla táctil multimedia: responde a la presión del dedo con lentitud, lo que te obliga a desviar la atención de la carretera. Eso sí, su funcionamiento es claro e intuitivo, con menús ordenados.
La lógica se traslada al cuadro de mandos: limpio, claro, con pocas cosas que distraigan e información básica fácilmente localizable. Cierto, su presentación no es espectacular, pero, ¿desde cuándo los colorines ayudan a conducir?